miércoles, 2 de mayo de 2012

Pequeñas grandes decisiones

Es difícil determinar el impacto de las decisiones que uno toma día a día. Hay ocasiones en que sabemos que cierta decisión puede marcar dramáticamente nuestros destinos, pero lo cierto es que el verdadero impacto que éstas ejercen es inestimable a priori...
Vamos con un ejemplo: Tomando un caso típico de una decisión que genera muchas emociones y nerviosismo... dar el SI en el altar. A pesar de su aparente relevancia, podemos restarle importancia (por lo menos desde el punto de vista de cómo afecta eso en nuestras vidas) porque si nos encontramos frente al altar no hay muchas decisiones que tomar... todas las importantes fueron tomadas con antelación y una tras otra nos llevaron a la situación ejemplificada.
En contraposición, pequeñas cosas pueden hacer de bisagra en nuestros destinos. Cosas tan insignificantes que no tenemos forma de estimar cómo seremos influenciados por ellas.

Este pensamiento me nace por haberme dado cuenta, después de 17 años, que una decisión mínima, la cual tenía prácticamente olvidada, fue determinante en mi futuro profesional.
Lo que podía parecer una grande decisión, como la elección de la carrera a seguir, no lo fue tanto dado que desde muy chico mi gusto por las computadoras era evidente. Tanto así que comencé a estudiar Logo (el de la tortuguita) y luego Basic a los 12 años.
Pero a los 13 fue la pequeña gran decisión:
Habiendo aprendido suficiente de Basic, mi profesora (que ahora es cantante y conductora de TV) me deriva a un muchacho, creo que Calculista Científico, el cual me enseñaría a programar en C.
En la primer clase (particular), entro a su departamento y no me sorprendo al ver bibliotecas llenas de disquetes de 5" 1/4, ya que era lo que mejor armonizaba con su aspecto prolijo pero carente de intención de atracción al sexo opuesto... no voy a detallar al profesor, pero cabe la aclaración de un peinado engominado y anteojos de graduación exagerada.
Y es ahí que luego de presentarse y dar la correspondiente charla introductoria, me explica que vamos a hacer un programa y que iría explicándome sobre la marcha. Hecha esta aclaración hace la pregunta clave:

¿Preferís programar un virus o un juego? ....

Fijate que pregunta!!! Virus o juego!! Yo tenía 13 años, todavía estaba con toda la timidez de estar frente a un chabón que ni conocía y el tipo me hace esa pregunta. ¿Podía yo saber cómo iba a afectarme? Naaaa, imposible.
No recuerdo si fui firme o si dudé... pero la respuesta fue "UN JUEGO"!
Durante todo el proyecto analizamos sobre cómo se podía hacer mas jugable, mas visual, mas intuitivo para manejar... en fin... usabilidad a fondo. En lo técnico aprendí cosas como laburar con gráficos a bajo nivel y generar frecuencias para mandarlas al speaker de la PC y así hacer los sonidos del juego.
En fin... 17 años después sigo sin saber cómo programar un virus y mi perfil tiene una clara tendencia hacia lo interactivo, visual, usable, etc. Lejos de gustarme encontrar soluciones a algoritmos complejos, tirar comandos en una consola o querer vulnerar la seguridad de algún servidor.

Lo cierto es que, mas allá de este ejemplo particular, estas decisiones están sucediendo constantemente de manera casi imperceptible... Leo o no leo este post? Voy ahora o espero un rato para ir al baño?.... Por esto es que es necesario tener bien en claro cómo somos y qué queremos, tener una buena visión sobre nosotros mismos en el futuro, de manera tal de tomar siempre aquellas decisiones que, correctas o no, nos encaminen hacia nuestro destino y armen nuestro camino según nuestra personalidad.

Sé muy bien que este post carece de interés para la gran mayoría de los lectores, pero fue un pensamiento simple que cayó en mi cabeza y me encontré en la necesidad de compartirlo.
Está abierto el libro de criticas.
Salute!


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